¿Es realmente necesaria la tecnología o sólo se trata de un lujo para países desarrollados? ¿Qué tan relacionados están el internet y las computadoras con la pobreza, el rezago educativo o la calidad de vida? Se trata de interrogantes que para organizaciones, empresas y creadores de la misma tecnología son cada vez más difíciles de justificar en la práctica.
Por un lado, está un documento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), fechado en el 2004, que asegura que la tecnología sí tiene un rol de importancia, sobre todo en aras de seguridad: en casos de desastres naturales, por ejemplo, ha demostrado ser un buen aliado para recabar fondos, predecir catástrofes, mantener en comunicación a las comunidades afectadas y proporcionar sistemas de seguridad pública.
Asimismo, da ejemplos de cómo la tecnología sí ha logrado conectar al mundo rural con el urbano, reduciendo el analfabetismo en algunas comunidades con sistemas de educación a distancia, amén de que ha intentado equilibrar los rezagos sociales entre diferentes razas y comunidades.
También hay documentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) que señalan cómo la tecnología también puede proporcionar empleos y con ello sanar la economía de los países en desarrollo.
Ante ello, cita por ejemplo a la India, que gracias a su mano de obra calificada, los servicios potenciados por la tecnología de la información podrían emplear para el 2008 hasta 1.1 millones de personas. En todo el mundo, se cree, podrían crear 3.3 millones de puestos de trabajo en 2015 (2.31 millones sólo estarán en la India), sobre todo en regiones como Bangladesh, Brasil, China, Filipinas, Rumania, Rusia, Singapur, Tailandia, Venezuela y Vietnam.
Más allá del dinero
¿Por qué entonces si la tecnología es tan poderosa a nivel social y económico, no está presente en todos los países y en la vida de todas las personas?
En el 2003, la OCDE estimó que sólo 18 por ciento de la población de los países miembro (entre los que está México) tenían acceso a la tecnología y al mundo digital. Para los países no miembros, la cifra osciló en 17 por ciento .
"Se trata de un tema complejo. Para muchos expertos decir tecnología es hablar de presas de agua, que lleven agua corriente a los hogares o electricidad. Para otros, se trata de internet, celulares y computadoras. Lo cierto es que, en cualquier caso, el tema poco tiene que ver con recursos económicos", opinó Sofía Arlington, socióloga mexicana.
De acuerdo con la experta, la analogía de que un invento como el teléfono, que existe desde hace 100 años (y que también tiene potencial social y económico) sólo esté presente en la vida de 60 por ciento de la población mundial, hace pensar que la brecha digital (es decir, la diferencia entre el mundo de quienes sí gozan de la tecnología de quienes ni siquiera la conocen) aún será un tema sin resolver.
"Que a un país o región del mundo no llegue la tecnología, desde la más básica como la electricidad, hasta una computadora, en muchas ocasiones es provocado por la situación geográfica, en otras, se debe a que existe baja población para su uso (y no hay forma de justificar su inversión) o bien, por la poca alfabetización de los habitantes y su resistencia a las cosas nuevas", explica.
"Pero que no llegue por falta de recursos económicos es falso. Siempre hay patrocinios, fundaciones, empresas locales o extranjeras que se interesan, amén de la infinidad de investigaciones y documentos que prueban que con tecnología a la larga se puede ahorrar más".
¿Qué sucede entonces? Arlington indica que es la combinación de varias causas la que propicia esta situación y que hace del tema una reflexión compleja: dependencia económica y de infraestructura, monopolio comercial, falta de leyes y regulaciones que ayuden a empresas extranjeras a entrar a un país, analfabetismo, exceso de nacionalismo, incertidumbre política y corrupción.
"Pero sobre todo, el mal que detiene el progreso tecnológico es la desinformación: creer que la tecnología es cosa de países ricos, que es un tema del futuro y que poco tiene que aportar a la calidad básica de las personas", dijo.
